ETIMOLOGÍA DEL QUECHUA

Mag.: Amanda Medrano Zárate
Arequipa, 2017
ETIMOLOGÍA Y EXPANSIÓN DEL QUECHUA SEGÚN ALFREDO TORERO
0. INTRODUCCIÓN
La presente escrito tiene por objeto es explicar el origen etimológico de la
lengua Quechua según Torero y sus posteriores correcciones y adecuaciones. En
el trascurso de la presentación de este trabajo, estaremos constantemente
recurriendo a la lectura que realiza Rodolfo Cerrón-Palomino sobre el tema ya
referido cuyas opiniones son fundamentales para complementar con la explicación
que realiza Torero.
1. GENERALIDADES
Se dijeron tanto respecto al origen y expansión de una de las lenguas indígenas
más habladas del mundo: el quechua. Cerrón-Palomino (1987: 323-349) menciona
las siguientes:
a) la hipótesis del
origen serrano en la que se atribuye a Cuzco “como su centro inicial, y a las
conquistas incaicas como su mecanismo de difusión, sostenida por Rowe (1950) y
Riva Agüero ya en 1921
b) la hipótesis de origen costeño postulada en 1911 por Manuel
González de la Rosa, retomada por Porras Barrenechea en 1951 y fundamentada con
los estudios dialectológicos y de reconstrucción que le dedicaron Parker y
Alfredo Torero para el sustento de esta hipótesis concluyendo que los dialectos
diferentes al cuzqueño correspondiente a la rama central peruana son más
conservados, por tanto, son de mayor antigüedad
c) la hipótesis del origen forestal que asigna como foco de
difusión entre Chachapoyas y Macas (ceja de selva) y fue sostenida por William
H. Isbell en 1974 basándose en la arqueología y la ecología, y por último
d) la hipótesis del origen ecuatoriano en la opinión de Tschudi,
seguida por Middendorf, Brinton y Louisa Stark, hipótesis muy discutible que
desde la lingüística no encuentra ningún asidero.
1.1. ORIGEN DEL ETIMOLÓGICO DEL QUECHUA
El artículo 48 de la constitución
política de 1993 señala que en el Perú: “Son idiomas oficiales el castellano y,
en zonas donde predomina, también lo son el quechua, el aimara y las demás
lenguas aborígenes
1.2. EL QUECHUA
En 1.583, tiene lugar el 3er. Concilio
Limense, realizado por el Prelado de Lima, presidido por Santo Toribio de
Mogrovejo, quién ya predicaba en quechua; resultando más que un Concilio un
moderno Congreso de Americanistas, poseído de celo etnográfico. En él se ordena
redactar un Catecismo con la colaboración de frailes de todas las órdenes, y
participación de sacerdotes notables estudiosos del las lenguas nativas y el
resultado es el primer libro peruano y sudamericano, que simbólicamente para
nuestra cultura es un texto bilingüe: “La Doctrina Cristiana para instrucción
de indios, traducida en las dos lenguas Generales destos Reynos quichua y
aymara”, impreso por el italiano Antonio Ricardo, introductor de la imprenta en
el Perú. Así mismo, se editó un Catecismo por orden de la autoridad del
Concilio Provincial de Lima bajo el título: “Doctrina Cristiana en Qquechua”,
en este Catecismo se observa claramente lo siguiente:
Quechua en dos sílabas separadas por un guión, indicando no solamente que
consta de dos sílabas, sino que fundamentalmente que la letra“C” está
representando el sonido de la letra “S”, por lo que no debe ir inmediatamente
antes de la “H” (junto a la “H”), para evitar representar el sonido de la letra
“CH”, usada en romance, para lo cual utilizan el guión: “–”, entre las dos
sílabas. El hecho es que cada escritor de esa época usaba las grafías de
diferente manera, no existían reglas de ortografía ni el idioma castellano como
tal, como prueba de ello tenemos entre otras que la letra “C”, la usaban para
representar hasta tres sonidos: (1) “C” = S, (2) “C” = Z, (3) “C” = C; ( la
numeración es mía), a continuación veamos dos ejemplos:
Fray Domingo de Santo Tomás, usa la letra “C” con una “s” pequeñísima colocada
debajo, para representar el sonido de la letra “Z”. Ejemplo: alcandofe por
alzandose, (usa la letra “F” en lugar de la letra “S”, ejemplo: vniuerfo por
universo). En 1,555, este sacerdote andaluz, luego de varios años de trabajo,
terminó de escribir su obra: Lexicón o Vocabulario de la Lengua General del
Perú llamada Quichua. En esta obra, es donde el sacerdote llama por primera vez
al idioma “Runa Simi” o “Qheswa” como “Quichua”, es el que prácticamente lo
bautiza, porque decide plasmar en papel el sonido real de Qheswa, a pesar de
las limitaciones que encuentra con la escritura del romance español que
maneja.
También, se observa en las dos obras editadas por el jesuita Diego Gonzales
Holguin, natural de Cáceres – España. (1607 y 1608), (Gonsalez), podemos ver,
que usa la letra “C” con una pequeñísima “s” colocada debajo, para representar
el sonido de la letra “S”; y usa la letra “Z”, para representar el sonido de la
letra “C”; ejemplos: haze por hace; senzilla por sencilla; dezir por decir;
etc.
Hay otro dato muy importante, que pasa desapercibido sobre este tema y es que
nada menos que el escritor mestizo cusqueño: Gracilaso Inca de la Vega, en su
obra “Los Comentarios Reales”, al referirse al idioma autóctono, lo menciona de
las siguientes formas: “lengua del Cosco”, “lengua general del Perú”, “lenguaje
de los Incas”, “lengua general del cuzco”, “lengua cortesana”, “vocablos
indios”, no llega a nombrar este idioma como quechua ni quichua en toda su
obra, demostrándonos que esa palabra no existía, ni debió existir nunca.
En conclusión: como el Runa Simi o Qheswa no tuvo una escritura alfabética,
llega hasta nuestros días distorsionada, por error de escritura como quechua,
debido al desinterés imperante por las cosas autóctonas, en el momento en que
establecieron las bases y reglas del idioma castellano, no respetaron el sonido
original que habían plasmado al escribir Qhec-hua (Qheswa), usando el sonido
(1), o sea “C” = “S”, eliminaron el guión y se produjo la fusión de la letra
“C” con la letra “H” quedando la letra “CH”, con lo que se perdió el sonido (1)
de la letra “C” = “S” y se produjo la distorsión.
Quechua II(Q.II.). Denominado
también “wampuy” cuya significación es “navegar“o “navegación”, del primitivo “wampu”
(“navío”). Este grupo fundamentalmente expresa la primera persona con /y/ (o/-yni;
en uno de sus dialectos) y la primera actora con /-ni/. En cuanto a su geografía
lingüística, su radio de acción abarca desde el sur de Colombia hasta el norte
de Argentina (provincia de Santiago del Estero).
2. LA POSTURA DE TORERO
Torero es uno de los primeros lingüistas que se dedica al estudio de la
dialectología quechua de América del Sur en base a sistemáticos y rigurosos
trabajos de campo que le ha permitido incursionar en la reconstrucción del
protoquechua y su posterior clasificación, que le han permitido derrumbar con
la hipótesis de que Cuzco era el foco de origen y expansión de la lengua
quechua y puesto en serio cuestionamiento de otras. Entre otros trabajos que
corroboran son los realizados por Cerrón-Palomino quien a partir desde sus
estudios onomásticos pone sobre tela de juicio inclusive el origen quechua del
nombre “Cuzco”, concluyendo que más bien es de etimología aimara aunque “no
debe descartarse la posibilidad de que provenga de otra lengua, de antigua
presencia en la región altiplánica: la puquina” (Cerrón-Palomino 2008:
259-290). Es más todo indica que ni los incas eran cuzqueños tal como hace
entrever la historiadora María Rostworowski: “No se trata de un grupo mítico
como tantos otros pues lo hemos podido rastrear desde los inicios, en la
llegada al Cusco [sic] del grupo de Manco Capac […]”. Con esta “llegada al
Cusco” los habitantes originarios son desplazados por los “extranjeros” incas,
especialmente, los del curacazgo llamado Ayarmaca quienes “sostuvieron
prolongadas luchas contra los incas” invasores (Rostworowski 1999: 30-31).
En 1964, Torero desde luego que sostiene que el quechua ha tenido como centro
de difusión la costa y la sierra centro-peruanas señalando que “las profundas
divergencias entre los grandes grupos de estos dialectos llevan a concluir que
la hipótesis más sencilla y natural acerca del centro de la difusión inicial de
la lengua es la que lo ubica en la costa y sierra centrales del Perú” argumento
que seguiría reforzándose con los trabajos posteriores que entre los que más
destaca es el de Cerrón-Palomino (1987; 2000).
Torero, desde 1964, como es sabido, se ocupa fundamentalmente de la
reconstrucción del protoquechua (PQ), incidiendo, a la vez, en la evolución,
clasificación y zonificación de los dialectos modernos de la familia
lingüística quechua. Así, en sus inicios, dedica sus esfuerzos para realizar un
trabajo de carácter interno, de corte diacrónico y sincrónico del quechua,
abordando, al mismo tiempo, los aspectos “externos” del quechua en las
publicaciones que hace en 1970 y 1974 y, con las reformulaciones hechas en 1983
y 1984, respaldando, esta vez, su hipótesis con los datos arqueológicos y
etnohistóricos, contextualizando los datos en el marco de los acontecimientos
histórico-culturales del desarrollo de las sociedades andinas. Desde el punto
de vista histórico interesaba elaborar una glotocronología que dé una visión
más precisa sobre la expansión y dialectización del quechua como consecuencia
de diversos eventos socioculturales a lo largo del tiempo en determinados
espacios.
Para lo anterior, Torero recurre a la glotocronología aplicando el método de la
léxico estadística , en 1970 y ofrece los resultados del cotejo de treintisiete
variedades dialectales entre sí, de las cuales veinte corresponden al
huáihuash, cinco al yúngay, y las doce restantes al chínchay. El cálculo
realizado arroja un tiempo de siete a once siglos de separación, descontados a
partir de 1970, para los dialectos huáihuash y yúngay de los de chínchay.
Asimismo, las variedades huáihuash y yúngay presentan entre sí unos siete
siglos de divergencia máxima. De otro lado, al interior de cada uno de los tres
subgrupos, los dialectos muestran siete siglos para el huáihuash y yúngay y más
de siete para los del chínchay. El mismo cálculo, parecía confirmarse que los
estudios dialectológicos ofrecían resultados que, por una parte, los dialectos
de Alis (huáihuash) y Laraos (yúngay), hablados en Yautos, Lima, registran las
cifras menos “altas de separación en comparación con el resto de los dialectos;
de otro lado, el dialecto de Lamas (San Martín) presenta el mayor índice de
separación en relación con el resto de sus congéneres chínchay” (cf.
Cerrón-Palomino 1987: 329-330).
Torero (1970: 248-251) cuando realiza los estudios para dar con los datos sobre
la separación sociohistórica de los desplazamientos idiomáticos, postula tres
fases de expansión del quechua a partir de la costa y sierra centrales del
Perú. La primera fase expansiva de la lengua, en este caso, la primera
dispersión del protoquechua, habría estado asociada con el surgimiento del
Pachacámac alrededor del año 880 de nuestra era, cifra que es arrojada a partir
del cotejo realizado entre los dialectos de Ferreñafe (Lambayeque) y Santiago
de Estero (Argentina), cubriendo posiblemente los territorios actuales de los
departamentos de Ancash, Huánuco, Pasco, Junín y el norte de Lima, es decir,
aproximadamente, el territorio que corresponde a las variedades de QI. La segunda
fase expansiva se habría dado alrededor del siglo XIII, en virtud de los
desplazamientos en dirección opuesta. La primera onda, correspondería al origen
de la variedad yúngay, del litoral norteño-central, que habríase propagado
hacia la costa y la sierra norteñas, alcanzando las serranías de la provincia
de Ferreñafe (Lambayeque) y llegando posteriormente a Cajamarca. La segunda
onda constituye la variedad chínchay, que se habría expandido por la costa y la
sierra sur, a partir Chincha (Ica) que se constituye como el epicentro de su
difusión. Sobre este último flujo, “Torero admite la posibilidad de que los
chancas, ubicados en la cuenca del río Pampas, y que al parecer formaban una
confederación de distintas naciones o etnías cada una con su propia lengua,
cumpliendo un rol decisivo en la difusión del quechua por la sierra sur” (cf.
Cerrón-Palomino 330-331).
Por último, la tercera expansión del quechua habría ocurrido a fines del siglo
XV desde la variedad chínchay, que en la actualidad mostraría diferencias poco
profundas y es la que se atribuye como hablada y difundida por los incas. Es
ésta la variedad que cumple la última fase expansiva se le denomina la “lengua
general” tal como aparece en los primeros documentos de la colonia. Las
variedades del chínchay se propagaron más allá del actual territorio peruano, y
la determinación de la procedencia de sus dialectos similares a la cuzqueña, a
las cuales Torero llama “Chínchay Inca”, variedades que habría dado su avance
mediante la conquista incaica (dialectos al sur de Lima y Junín, incluyendo el
boliviano, el argentino, a los cuales Torero los denomina “huámpuy sureño”).
3. REPLANTEAMIENTO DE TORERO
Cerrón-Palomino (1987: 331), hace una observación a los resultados
glotocronológicos logrados por Torero, porque la comparación lexicoestadística
arroja tiempos menores de separación que a la vez “no se ajusta a la realidad”,
tanto al interior de las variedades de QI como la realizada entre los miembros
de éste con los de QII. Por lo que, Torero replantea el cuadro cronológico
ofrecido anteriormente formulando reajustes necesarios. Esta reformulación
aparece en 1983 y 1984, justificando estas dificultades con dos razones:
a) el carácter compacto, continuo y poco extenso del área cubierta por el QI y
b) el hecho de que las variedades de éste fueran sometidas a una constante
presión en épocas diferentes, por parte de hablas pertenecientes al QII.
Como se puede ver, que se diga que la primera bifurcación se
haya dado en el año 880 d.C., es una fecha relativamente reciente que no
justifica la fragmentación ocurrida en los dialectos centrales (por ejemplo, el
Huanca). Torero en 1984 concluye que la primera ruptura del quechua debió
producirse “en un período en varios siglos anterior, lo suficientemente largo
como para que se generen los rasgos diferenciales (básicamente gramaticales)
que separaron al protoidioma en I y II” (Torero 1984: nota 2). Esto quiere
decir que la primera bifurcación del protoquechua se habría producido a
principios de nuestra era y no en el año 880, cuando las sociedades del valle
del Rímac, que tendrían en Cajamarquilla su centro más importante estaban en su
pleno desarrollo (entre 400 a 450 de n.e.). La segunda expansión, que
corresponde a la división del QII, es cuando el QIIA se va en dirección de la
sierra norte y el QIIB-C hacia la costa sierra sur desplazando a los dialectos
aimaras, lo que habría tenido lugar tras la decadencia de Cajamarquilla, hecho
que se repercute en Viñaque y en Tiahuanaco en el sur; lo que termina en el
encumbramiento de Pachacámac en el siglo VIII, como centro del poder económico
y religioso. Finalmente, tras la caída de éste (aunque continuaba siendo un
poderoso e importante centro religioso hasta la llegada de los españoles y el
saqueo y profanación emprendidos por Hernando Pizarro), surge Chincha como
poderoso centro mercantil, sea terrestre y fundamentalmente marino, que habría
dado como resultado la tercera expansión del quechua, como “lengua de
relación”, en este caso como QIIB, por la costa norte hasta el Ecuador, y el
QIIC en dirección del este y del sur. De esta manera, como se ve, el cuadro
cronológico originario es corregido, por lo que se sabe que el Pachacámac será
el impulsor de la segunda dispersión de la lengua y no el responsable de su
primera escisión, como se habría sugerido al inicio, en razón a las dataciones
proporcionadas por la glotocronología.
De esa manera, Torero llega a conclusiones mucho más realistas y en comentarios
de Cerrón-Palomino “el propio sentido común aconsejaba una datación mucho más
temprana para la escisión del protoquechua así como para explicar la profunda
diversificación interna de QI y su “alejamiento” del QII, sobre todo, en sus
puntos extremos” (1987: 331).
4. CONSIDERACIONES FINALES
Ahora bien, la expansión del quechua, como es de suponer, implicaron la
eliminación de otras lenguas que ocupaban los territorios cubiertos actualmente
por aquél. Si bien no hay evidencias directas respecto de las hablas que
preexistían en el área de dispersión del PQ, a excepción de los islotes
lingüísticos aimaras formados por el jacaru y el cauqui (Yauyos, Lima), los
indicios de la existencia de otros idiomas aumentan a medida que se rastrea la
expansión de la lengua en sus dos fases restantes. Sin embargo, siendo
relativamente abundantes –aunque no siempre precisas– las referencias a los
distintos sustratos lingüísticos sobre los que se asentó el quechua en su
última expansión, las correspondientes a las hablas que se distribuían en el
área inundada por la segunda fase expansiva resultan más vagas.
Por lo que toca al área cubierta por el quechua central, creemos que hay
evidencias indirectas que señalan la presencia previa de un sustrato aimara,
hasta por lo menos la zona colindante con el antiguo territorio de culli, en
las provincias norteñas de Ancash. Así parecen indicarlo no sólo la toponimia
sino también cierto número de lexemas, si bien reducido (aunque faltan aún
estudios destinados a la “depuración” del léxico atribuible al quechua),
encontrados entre los dialectos de QI (cf. Adelaar 1986, Cerrón-Palomino 1987).
De hecho, la subvariedad yaru del huáncay, designada así por Torero por
corresponder aproximadamente al área de ocupación de dicha etnia, no acusa
mayor influencia aimara que la que muestra el dialecto huanca.
Finalmente, el quechua ha desplazado en su avance hacia el norte a muchas
lenguas, y desde el centro hacia el sur lo hace en contra de los dialectos
aimaras previamente expandidos (tal como lo atestigua la toponimia) y del mismo
puquina cuando éste estaba en proceso de aimarización.
OPINIÓN
Lo que más
quiero relacionar es que en el caso del descenso del quechua, absolutamente
todo tiene que ver con cuestiones de cultura. Se podría escribir volúmenes
sobre la educación bilingüe o alguna legislación que apoye a pueblos indígenas,
y este trabajo ciertamente tendría sentido, pero ninguna de estas iniciativas
realmente tiene la capacidad de arreglar el problema por completo. Para lograr
progreso real en el reverso de cambios lingüísticos del quechua al español,
intentos para la revitalización del idioma indígena deben ser destinados hacia
la mayoría hegemónica español-hablante.
El problema no
es que peruanos quechua-hablante necesitan cambiar alguna parte de su comportamiento
lingüístico, porque ellos ciertamente deberían tener el derecho de usar el
quechua como quieran, sino que no existe una cultura que les permita espacio
para manejar el idioma por sí mismos. La cultura hegemónica del pueblo peruano
aliena a sus pueblos indígenas por excluirles de la sociedad dominante mientras
a la vez manipulando definiciones de quienes sean sin consultarles. La
conciencia colectiva necesita cambiarse para que el quechua pueda sobrevivir y quizás
aún revitalizarse. Ninguna iniciativa para la preservación del quechua va a ser
exitosa sin que se transformen la cultura y la ideología colonial del pueblo
peruano entero.
ADELAAR, Willem F.H.
1986 “La relación quechua-aru: perspectivas para la separación del léxico”. Revista Andina, 8, pp. 379-399.
CERRÓN-PALOMINO, Rodolfo
1987 Lingüística quechua. Cuzco: C.E.R.A “Bartolomé de Las Casas” / GTZ
2000 Lingüística aimara. Cuzco: Centro Bartolomé de Las Casas, PROEIB-ANDES.
2008 Voces del Ande: Ensayos sobre onomástica andina. Lima: Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú.
ROSTWOROWSKI DE DIEZ CANSECO, María
2006 Historia del Tahuantinsuyu. 4ta. Reimpresión de la Segunda edición, 1999. Lima: Instituto de Estudios Peruanos.
RIVA AGÜERO, José de la
[1921] 1966 “Encomio del pueblo quechua”. Obras completas. Lima: PUCP, Tomo V, pp. 67-112.
ROWE, John Howland
1950 “Sound patterns in three Inca dialects”. International Journal of American Linguistics. Año 16, número 3, pp. 137-148.
TORERO, Alfredo
1964 “Los dialectos quechuas”. Anales Científicos de la Universidad Agraria. Año 2, número 4, pp. 446-478. La Molina, Lima.
1970 “Lingüística e historia de la sociedad andina”. Anales Científicos de la Universidad Agraria. Año 8, número 3-4, pp. 231-264. La Molina, Lima.
1974 El quechua y la historia social andina. Lima: Universidad Ricardo Palma.
1983 “La familia lingüística quechua”. En: POTTIER, Bernard (ed.). América Latina en sus lenguas indígenas. Caracas: UNESCO y Monte Ávila, pp. 61-92.
1984 “El comercio lejano y la difusión del quechua: el caso del Ecuador”. Revista Andina. Año 2, número 2, pp. 367-402. Cuzco: Centro Bartolomé de Las Casas.